Tuve la ocasión de conocerte, poco, pero suficiente. Pude comprobar tú ilusión y pasión por inaugurar tu juego de bolos.
El día de pascua conseguiste reunir a dos equipos con varios de los mejores jugadores. Ese día te vi nervioso y al mismo tiempo muy feliz, disfrutabas, al tiempo que pensabas en un futuro. Verías pasar por tu estupendo juego de bolos a los mejores jugadores de la huerta.
Pero la vida es ingrata y caprichosa; y ese juego de bolos, que con tanta ilusión imaginaste, preparaste, montaste y inauguraste. Fue un día de invierno, de esos días que el Sol de la huerta pica como si se tratara de una avispa, de los que dan ganas de vivir, de los que quieres que el Sol nunca se esconda y de los que gusta estar con los amigos, el único que te pudo decir adiós y el único que sintió como tu gran corazón dejaba de latir.
La familia y amigos no tuvimos la suerte de poder decirte adiós o un hasta siempre y aunque seguimos apenados, al menos sabemos que tus últimos minutos fueron en tu querido campo de bolos, tu mayor pasión.
Querido amigo Manolo Matías siempre te recordaremos.
